La zanahoria es una de las hortalizas que, dado su contenido nutrimental, puede llegar a considerarse como un superalimento; es la hortaliza que contiene más beta carotenos y al mismo tiempo un nivel muy alto de vitaminas C y E que funcionan como antioxidantes. Por sí sola, 100 gr de zanahoria es capaz de cubrir el 110% de vitamina A, el 13% de la C y el 10 % del ácido fólico de una dieta diaria recomendada.
Es una planta de tamaño bajo que disfruta mucho de la luz directa; este es uno de los factores más importantes (además de un buen sustrato), para que el fruto sea de un muy buen tamaño y sabor. La zanahoria disfruta de las temperaturas frescas, grado tal que las temperaturas demasiado elevadas no le sientan muy bien a su crecimiento y puede llegar a detenerlo si se somete a periodos de mucho calor prolongados. Es una planta que se lleva bien fácilmente con muchas plantas, pero el resultado que se tiene al juntarlo algunos otros bulbos y tubérculos como el rábano son excelentes.
Para poder asegurar que nuestra zanahoria va a poder fructificar adecuadamente hay que darle alimento frecuentemente, al igual que agua en cantidades moderadas. A toda costa hay que evitar que floree, ya que en ese momento el fruto empieza a perder sabor y tamaño (la flor es muy notoria, ya que comienzan a alargar las hojas la propia planta).
Para cosechar, se recomienda esperar a que el fruto tenga unos 3 cm de diámetro (se puede sentir por debajo de la tierra sin necesidad de arrancarla); si bien lo más convencional es que el fruto de la zanahoria es lo que se consume principalmente, no es la única parte comestible, ya que todas sus hojas presentan un sabor similar al del propio fruto, solo que un poco más sutil, ¡para sopas, cremas o ensaladas son deliciosas!