El tomillo es una de las especias insignias de la comida mediterránea, si bien es más conocida en algunos sitios por sus propiedades medicinales, en algunos otros es el icono de la cocina. El tomillo tiene una gran cantidad de nutrientes, así como de calcio, fosforo, flavonoides y terpenos que actúan como antioxidantes. También cuenta con propiedades antibacterianas, hipotensoras, expectorantes, antiinflamatorias, digestivas, antifúngica, antitusiva y diurética; vía cutánea beneficia a la piel en contra de espinillas y marcas de acné.
Es una planta de tamaño pequeño a mediano, con gran capacidad de cubrir los espacios en donde es sembrada, ya que tiende a crecer simultáneamente tanto a los lados como hacia arriba (aunque realmente su tamaño a lo alto no es demasiado).
Es una planta de muy pocos cuidados, por lo que no será necesario darle mucho manejo (quitando el hecho de que será necesario ir “limpiando” o delimitante en crecimiento de los brotes a los lados, para evitar que este cubra más espacio del que le corresponde). El tomillo no necesita mucha agua o alimento y prefiere la luz del sol directo, por lo que es una planta muy sencilla de cuidar para las personas que van comenzando en el mundo de los huertos; para darle una forma adecuada al sitio en donde la hayamos colocado, lo único que es necesario hacer es ir “quitando o pinzando” las puntas que parecieran van creciendo más rápido que las demás.
Las hojas adultas son las que tienen mejor sabor y aroma para consumo, pero eso no quiere decir que no se puedan ocupar las más jóvenes. Dado que el tipo de hojas de esta planta tiende a ser pequeña, lo recomendable es cortar pequeñas ramas de tramos no mayores a los 10 cm. Si lo que queremos es conservarla, en algún sobre de papel y guardarlo en un lugar bien ventilado y fresco será el sitio ideal para ello.